.Jorge Yoma acusado por familia de stripper fallecida en México

Reproducción Vanesa Martínez llegó al DF mexicano para bailar en un club nocturno. Dos meses apareció muerta en un hospital público.

Pablo E. Chacón
Buenos Aires, Argentina

La muerte de Vanesa Martínez, actriz porno y stripper argentina de 27 años, ocurrida el 17 de julio del año pasado en un hospital público del Distrito Federal mexicano después de una última comunicación vía correo electrónico con su familia, el 11 de julio de ese mismo año, podría sacudir la estantería del mercado internacional de la trata para la explotación sexual, entre otras razones a causa de la indiferencia y la falta de colaboración de las delegaciones diplomáticas de ambos países a pesar del ruego de padres, hermanos y amigos respecto del destino de la joven, que finalmente apareció, pero como carne de estudio en la Escuela de Medicina del Instituto Politécnico Nacional mexicano.

El cadáver había sido cedido por la morgue municipal, ya que supuestamente nadie lo reclamaba y no existían datos que certificaran su identidad, a pesar de que la chica pasó una semana en el hospital, aquejada de una infección que se complicó y terminó matándola. Fue un médico de esa casa de estudios el que creyó reconocer en las facciones de ese rostro el de otro, visto en unas fotos difundidas días atrás por el diario mexicano Reforma, el medio que destapó el caso.

Efectivamente, ese rostro era el de Martínez, como comprobaron los forenses después de un análisis del cuerpo y de la ruta que había seguido desde que llegó a México, el domingo 20 de mayo del 2007, hasta su deceso. Todas las investigaciones que no habían sido hechas en su momento se hicieron de un tirón y dejaron en un lugar incómodo a Jorge Yoma, actual embajador argentino en México, y a la vicecónsul Mónica García, que ignoraron o archivaron el desesperado pedido de ayuda de la familia.

Hay que repetirlo: si no fuera por la casualidad de que un médico mexicano reconociera en los restos que manipulaban los estudiantes de medicina una foto que había visto en un diario, Vanesa Martínez hubiera terminado como una NN más, tanto para un país en el que eso parece ser cada vez más frecuente, México, como para otro que todavía no puede sacarse de encima su pasado en ese sentido, Argentina. No está de más recordar que Ciudad Juárez no es Cinecittá, y que la provincia argentina de La Rioja (de donde son oriundos el embajador Yoma y el ex presidente Carlos Menem) es un centro clave de búsqueda y rescate -por acción de una serie de ONG's- de jóvenes y niñas secuestradas, obligadas a prostituirse durante años, muchas veces bajo protección y connivencia judicial y policial.

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El lunes 28 de abril de este año, el consulado argentino en México, casi un año después de la partida de Vanesa, dio la noticia a la familia Martínez, que vive en el populoso partido de La Matanza, una zona muy empobrecida del primer cordón suburbano porteño: la hija exiliada por propia voluntad estaba muerta. ¿Qué habían hecho las autoridades diplomáticas durante ese año? Absolutamente nada.

En diálogo con Terra Magazine, Silvana Martínez, una de las hermanas de Vanesa, dijo: "Intentamos hablar varias veces con el embajador Yoma, pero jamás nos atendió el teléfono. Siempre nos derivaba a la vicecónsul García, que una vez me preguntó: '¿Y qué quiere que hagamos, que salgamos a buscar a todas las chicas argentinas que se pierden en este país?'. A mí qué me importa cuántas chicas viajan y cuántas se pierden. Ellos (los diplomáticos) están obligados, si es necesario, a buscarlas a todas".

En noviembre y diciembre del 2006, Vanesa Martínez ya había estado en México: volvió contenta, con regalos para todos. Pero esta vez, la cosa fue distinta, y tuvo un desenlace trágico. Su muerte ocurrió en la sala de urgencias del Hospital Gregorio Salas del Distrito Federal. Pero no sólo la parte argentina tiene que explicar su accionar; también debe hacerlo la justicia mexicana, que tenía un cadáver sin identificación y lo abandonó en la morgue municipal. "En ese momento -contó la hermana- Mónica García estuvo cuidadosa, respetuosa como nunca lo había sido con ninguno de nosotros. Imagínese, el trabajo de Vanesa implica ciertos riesgos, pero con la esperanza que había viajado y en el lugar donde le prometieron trabajo, el Royal Club...". Según testimonios varias veces contrastados por este cronista, el Royal Club, ubicado en una de las zonas más orondas de la capital mexicana, frecuentado por jueces y políticos de alto rango, estaría sospechado no sólo de ofrecer prostitución VIP, sino también de estar en contacto con una o varias redes de tratantes que operan en ese país, además de ser un centro de trapicheo de drogas ilegales.

La familia de la occisa fue citada al otro día en la Cancillería local, donde Silvana tuvo que ver las fotos del cadáver de su hermana: coincidía en un ciento por ciento, hasta reconoció un tatuaje y una marca de la infancia. Los valedores de las fotografías eran menos los burócratas locales que los miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). La muerte de Vanesa Martínez, según el informe presentado por el Hospital, se produjo, aparentemente, a causa de "una insuficiencia respiratoria aguda, neumonía y desequilibrio hidroeléctrico moderado".

El corresponsal del diario Reforma en Buenos Aires explicó a Terra Magazine que la hermana de Vanesa se quedó sin palabras, que la lejana esperanza que tenía se deshizo en ese momento. Y Silvana misma repite a quien quiera oírla que jamás podrá olvidar ese momento. "Cuando empezaron a describirla, se me heló la sangre. Se me vino todo encima, me faltaba el aire y sentía frío, me transpiraban las manos. Hablaban de las características de la chica y yo escuchaba como desde adentro de una burbuja. Dieron detalles, y no había dudas: la muerta era Vanesa. Después me mostraron fotos. Era otra persona: flaca, un esqueleto... Había pasado algo muy raro. Vanesa era fuerte, era grandota. Había fotos de ella rapada. En un momento no pude más y me di cuenta de que mi mamá estaba descompuesta, al borde del desmayo".

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